Escrito por Santiago Álvarez.
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Un caso difícil.
Cuando Jacinto Belber llegó a la escena del crimen se dio cuenta de que se la habían vuelto a jugar. Allí ya estaba todo el mundo. Los policías le franquearon el paso tras exigirle su documentación, aunque le conocían de sobra, y bromearon sobre su anticuada gabardina. Tras consultar en recepción, y subiendo hacia la habitación 122 se cruzó con el forense, que murmuró algo sobre la puntualidad y sus consecuencias. Me los están tocando a dos manos, pensó Belber..